sábado, 26 de diciembre de 2009

evangelizaciones (o construye tu propia aventura redentora...)


Bueno, bueno... que felices navidades y estas cosas que se suelen decir estos días, ¿no...? Yo las pasaré practicando uno de mis hobbies favoritos, es decir, las peleas de gallos. Sé que no dejo de sorprenderos...


Esto de las felicitaciones de navidad me ha traído a la memoria (como dicen los buenos narradores) un suceso que le aconteció a Atea. Atea, efectivamente. Porque si hay personas que se llaman Amocócletes o LeticiaSabater o Jesucristo... Atea es un nombre perfectamente válido y comprensible.


El caso es que Atea paseaba una tarde por el centro de su ciudad, con las manos en los bolsillos e intentando resguardarse del frío que poco a poco iba haciéndose más presente en el invierno de aquel año. Un invierno tardío al que le estaba dando pereza manifestarse del todo.


Iba mirando hacia el suelo, distraída en sus pensamientos; nada vanales, por cierto, porque ella era una mujer profunda en reflexiones. El por qué de la vida, panchitos o anacardos, qué pasaría si tuviésemos los pies "del mismo lado".


Y de pronto alguien(es) interrumpieron su paseo vespertino.


-Perdona- le dijo una voz de mujer anciana -¿Podemos dialogar un momento contigo?- Atea alzó la vista del suelo adoquinado y se encontró con una mujer mayor que le sonreía tiernamente.



OK.

Este es el momento de la primera decisión.

¿Qué piensas que quería esa mujer?


Puedes elegir varias opciones posibles:


a-Esa anciana se sentía sola y sólo quería charlar unos minutos

b-Esa anciana se había perdido y quería orientación

c-Esa anciana quería que le ayudaras a subir la compra a su 4º piso sin ascensor

d- ¿Qué más puede ser?


Y se introduce un nuevo elemento: esa anciana iba acompañada de otra persona, un hombre más joven que ella pero también bastante mayor.


¿Qué hubieses hecho tú?


a- Acceder a su invitación de "diálogo"

b- Huir por un repentino ataque de tos

c-"Lo siento, señora, tengo dentista"


Realmente, a Atea lo que le intrigaba era la palabra utilizada por la buena mujer: "dialogar", porque para pedir la hora no se "dialoga", ni para preguntar por una calle. Quizá por esa misma intriga, Atea accedió.


-Dígame, señora- y observó al hombre- ¿en qué puedo... ayudarles?

-¿Tú eres creyente, bonita?


Atea se quedó clavada en la acera sin saber qué responder. Ante su bloqueo mental, la señora aprovechó para seguir su evangelización: -bueno, en cualquier caso ya sabes que Dios estará ahí para ayudarte siempre, en tus problemas de salud, de trabajo...te redimirá de todas tus culpas, porque sabes que Jesús murió para salvarnos y le debemos la vida-


-Gracias, señora, pero yo no ...-


Esta vez fue el hombre el que siguió hablando: -mira, te regalamos una medallita de la Virgen para que te ayude siempre-.


Atea sacó despacio la mano del bolsillo del abrigo y cogió la medallita, pequeña, plateada, con una imagen de la Virgen. Observó a las dos personas que la miraba sonrientes.


-Señores, he ido a un colegio religioso durante 10 años de mi vida. Estas historias ya me las sé. Adiós- y echó a andar deprisa. Se sentía aturdida. Al cabo de unos metros, cuando observó que ya estaba lo suficientemente lejos de aquellas dos personas, se detuvo y observó la medallita, que aún llevaba en la mano. Se sintió incapaz de deshacerse de ella sin ningún tipo de remordimiento de conciencia. Observó una papelera cercana. Pero no lo pudo hacer. Así que se la guardó en el bolsillo del abrigo. Y ahí continúa. Atea ha sido hincapaz de tirar la medallita.


¿Por qué crees que Atea no pudo desprenderse de la medallita tirándola a la primera papelera de la calle?


¿Qué hubieses hecho tú en su caso?








...fun, fun, fun...!!
;)